Pensamos que la felicidad consiste en estar siempre bien, sonriendo,
pletóricos, como la publicidad se encarga de sugerirnos si compramos ese
champú o ese coche. Pero es falso. Cuando se busca el bienestar en
cualquier aspecto se corre el peligro de dar la espalda al malestar
emocional y la felicidad no se basa en anular las emociones incómodas, sino en saber aceptarlas y aprender a gestionarlas.
Las emociones “incómodas” tienen un por qué en nuestra vida. La
tristeza, la ira o el miedo son emociones básicas con las que nacemos
todos los mamíferos. Se procesan en nuestro sistema límbico y el motivo
es muy sencillo: nos ayudan a sobrevivir. Si un niño no tuviera
tristeza, no añoraría a sus padres, por ejemplo. Si no nos enfadáramos,
seríamos incapaces de romper ciertas situaciones que nos dañan. Y si no
sintiéramos miedo en determinados momentos, nuestra vida podría correr
peligro. Cualquiera de estas tres emociones tienen un por qué. Otra cosa
es que se amplifiquen y nos paralicen o nos hagan tomar decisiones muy
poco inteligentes, como cuando nos atenazamos por miedo o nos inflamamos
de rabia. Daniel Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de
Harvard, va más allá. Nos dice que las emociones “negativas” son útiles
porque nos permiten tener una brújula para apreciar las “positivas”. Es
decir, para valorar las cosas necesitamos contrastes y estos no surgen si siempre estamos sin problemas los 365 días del año.
Y aún hay más. Si el aprendizaje nos ayuda a sentirnos mejor con
nosotros mismos, lo que se aprende en los desiertos o en situaciones que
nos superan, no ocurre en los momentos dulces.
Por ello, necesitamos aprender a convivir con los momentos incómodos y
con las emociones que tienen tan poco marketing, como la tristeza, el
miedo o la ira. La felicidad no está en la ausencia de dichas emociones
ni en la adquisición de cacharros que nos hagan nuestra existencia
más cómoda. Está en saber aceptar los reveses a los que nos enfrentamos y
descubrir qué tenemos que aprender de cada uno de ellos.
Fuente: El País
Francisco Manzaneda es
Licenciado en Psicología, Máster en Psicología Clínica y de la Salud por
la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Especialización
Didáctica, Especialista en Terapia Cognitiva y Conductual
Infanto-Juvenil y colegiado nº AO-06199. Ejerce su profesión en su
consulta privada en Jaén capital.
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