A pesar de que cada vez más se habla del Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH) no se despejan las dudas que la
sociedad tiene sobre él. Es más, la popularización del tema ha logrado
que muchos padres, preocupados por tener un hijo inquieto, acudan a las
consultas pensando que su hijo es hiperactivo.
El TDAH es un síndrome que se caracteriza por síntomas de
inatención, hiperactividad motriz e impulsividad. Suele empezar en la
edad escolar, aunque no hay un patrón homogéneo de los síntomas. Por
ejemplo, puede existir una falta de atención pero no una hiperactividad
motriz.
Para el diagnóstico, los síntomas deben darse en todos los ámbitos
del niño, tanto en casa como en el colegio, y provocar un malestar
psicológico, dificultades para la adaptación social y afectar al
rendimiento académico.
Asimismo, el TDAH puede cursar simultáneamente con otros trastornos
psiquiátricos propios de la edad infantil, como los trastornos de
conducta, emocionales o afectivos y de aprendizaje.
Por el contrario, el niño inquieto o nervioso no presenta
dificultades en ninguno de estos ámbitos, se relaciona bien con los
demás y también en el entorno familiar. Es decir, la diferencia
principal es que no presenta un malestar psicológico significativo.
Diagnóstico y tratamiento
Aunque hay excepciones, el TDAH suele detectarse entre los 7 y 10
años porque es cuando empiezan a apreciarse las dificultades adaptativas
y de rendimiento escolar del niño.
En la edad preescolar lo más manifiesto del TDAH son los problemas de
conducta; en la adolescencia, a la pérdida de estima personal y
desajuste social se unen el consumo de drogas, alcohol e incluso
problemas legales.
Los especialistas señalan que «una vez realizado el diagnóstico
correcto y preciso, se indica un tratamiento personal e individualizado
teniendo en cuenta las características del niño, su entorno familiar,
social y escolar. Generalmente, los tratamientos combinados (abordaje
psicoterapéutico individual y grupal, y terapia farmacológica) son los
que tienen mejores resultados».
Asimismo, estos niños necesitan apoyos especiales tanto en el colegio
como en casa. El tipo de apoyo varía en función de las necesidades del
niño, por lo que hay que coordinarse con los equipos de orientación del
centro escolar para reforzar las áreas que el menor necesite.
La familia, fundamental
El contexto familiar es «fundamental» para cualquier niño y
adolescente, y en pacientes con TDAH, la importancia es todavía mayor.
Si las influencias entre los diferentes miembros de la familia son
positivas, pueden ayudar a la buena evolución del niño.
Desde Supera Psicología Clínica y de la Salud Jaén indicamos que el estilo educativo adecuado es aquel que
asocia una disciplina clara y consistente con una afectividad positiva.
Los menores con TDAH necesitan la guía y el apoyo de sus padres, pero
responder adecuadamente a las necesidades, a la vez que manejar el
mejor estrés y frustración que este trastorno produce en el entorno
familiar puede suponer un reto lleno de dificultades.
En muchas ocasiones resulta imprescindible el apoyo y orientación a los padres por parte de un profesional especializado.
Francisco Manzaneda es
Licenciado en Psicología, Máster en Psicología Clínica y de la Salud por
la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Especialización
Didáctica, Especialista en Terapia Cognitiva y Conductual
Infanto-Juvenil y colegiado nº AO-06199. Ejerce su profesión en su
consulta privada en Jaén capital.
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